El turismo de sol y playa masivo puede incentivar la desigual distribución de beneficios dentro de la comunidad, volviéndose un problema social, ya que incita a que los residentes rechacen la actividad turística porque se ven afectados en sus necesidades básicas de respeto a su cultura.  Barcelona es una de las 8 ciudades que más odian a los turistas (Jaime Campoamor, 2017) y por ende hay movimientos de gente local contra el turismo, debido a que este se ha apoderado de departamentos de vivienda convirtiéndolos en departamentos de renta a turistas, lo que tiene como consecuencia que los precios de alquileres suban desorbitadamente, se cierren negocios, y los lugareños se sientan amenazados por los comportamientos de las diferentes culturas que visitan este lugar (La Opinión A Coruña., 2017). Con lo anteriormente citado, se puede detectar como el turismo es percibido como invasor de la intimidad de una comunidad, haciendo que la misma, proteste reclamando su derecho al territorio y cultura.

Es interesante ver como hoy los activistas de movimientos sociales comienzan a ver al turismo como una amenaza, y este pasa a formar parte de su agenda de denuncias contra la explotación de derechos humanos. En boca de Milano es “una turistificación de los movimientos sociales” (2018), este reclamo nace de que el crecimiento del turismo actúa como acelerador de desigualdades sociales (Milano, 2018). 

El turismo también puede propiciar la pérdida de identidad cultural, en un estudio cualitativo realizado en Costa Rica, sobre el turismo como factor de cambio de cultura, sale a relucir que la comunidad de jóvenes identifica claramente que está perdiendo su cultura incorporando costumbres o formas de actuar de los turistas, con el objetivo de buscar su aprobación (Anglin, 2015). Este costo social, influye negativamente en la autopercepción de raíces endémicas y en las actitudes de rechazo o aceptación de culturas extranjeras.

En una investigación hacha en Puerto Peñasco – México a 263 hogares de personas locales, sobre la percepción del turismo en su ciudad, la conclusión de Acosta fue:

La actividad turística en la forma como es percibida por la población no contribuye al desarrollo regional o local en la medida que excede la capacidad de soporte de los lugares turísticos en materia ambiental y social, en ese sentido no se trata de un turismo sustentable. El turismo residencial, el más importante en Puerto Peñasco, no es sustentable porque no estimula la comprensión de sus impactos en el medio ambiente natural, social y cultural; no asegura una distribución justa de los costos y beneficios de la actividad; genera altos niveles de crecimiento poblacional y urbano junto a elevadas demandas de servicios e infraestructuras no siempre satisfechas; no diversifica las economías locales por el contrario genera altas dependencias; no facilita la identidad cultural de las comunidades al contrario la somete a tematización; no posibilita igualdad entre turistas y residentes en los usos públicos de los espacios para el turismo sino que los restringe e inhibe, entre otros (Enriquez Acosta et al., 2015).

Esta realidad de Peñasco, puede ser la realidad de varias zonas de turismo de litoral a nivel mundial, centrando en mi experiencia como turista y como profesional, estas penosas realidades de impacto negativo del turismo pasan ocultas ante los ojos de los que vivimos o disfrutamos del turismo. El slogan de el “turismo como la industria de la felicidad”, hasta ¿qué punto es verdad?, ¿es felicidad sólo para el turista? Como en toda industria en crecimiento, el juego de poderes marca la diferencia, el que más poder económico tiene es el que mejor rédito obtiene, es el principio de la economía lineal, en donde los recursos escasos solo están al servicio de unos pocos.  La sociedad exige cambios, y nuevas formas de hacer las cosas, la sostenibilidad del turismo debe comenzar en el respeto al ser humano, en la premisa de que todos los actores ganen de forma justa, y esto traerá como consecuencia el respeto del medio ambiente. El desvelar problemas como los expuestos en este trabajo, fomentan la consciencia social y personal, y el compromiso por hacer del turismo una herramienta de bienestar y no de explotación.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Anglin, A. E. (2015). Voices from Costa Rica: exploring youth perceptions of tourism and the influence of tourism on identity formation and cultural change. Journal of Tourism and Cultural Change, 13(3), 191–207. https://doi.org/10.1080/14766825.2014.925908
  • Jaime Campoamor. (2017). Turismofobia: Barcelona y otras ciudades en pie de guerra contra el turismo de masas. Retrieved from https://www.bbc.com/mundo/noticias-40107507
  • La Opinión A Coruña. (2017). Manifestación en la Barceloneta contra el turismo masivo. Retrieved from http://0-search.ebscohost.com.cataleg.uoc.edu/login.aspx?direct=true&db=edsvlx&AN=vlex.691209593&site=eds-live
  • Enriquez Acosta, J. A., Hernandez Mayorquin, H., & Leon Sarabia, C. (2015). Percepciones de los habitantes acerca de la actividad turistica, la crisis economica y los problemas sociales en Puerto Peñasco, Mexico. TURyDES. Revista de Investigación En Turismo y Desarrollo Local, 8(18), 20 p. https://doi.org/10.1049/iet-com.2008.0738
  • Milano, C. (2018). Overtourism, malestar social y turismofobia. Un debate controvertido. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 18(3), 551–564. https://doi.org/10.25145/j.pasos.2018.16.041

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